El pasado 11 de febrero, en la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes de Cañadón Grande, a 220 km de Punta Arenas, se celebró una eucaristía presidida por el Pbro. Marcos Buvinic, junto a una antigua familia residente del lugar que cada año peregrina hasta el lugar, como signo de devoción a esta advocación mariana. En la celebración se recordó a los vecinos y trabajadores ya fallecidos, y también se agradeció por los hombres y mujeres que sirvieron espiritualmente por largo tiempo a esa comunidad, entre los que se encontraba el propio celebrante, quien lo hiciera como una de sus primeras labores pastorales de sacerdote.

Cañadón Grande fue uno de los seis asentamientos campesinos, luego cooperativa, surgido al iniciarse el proceso de Reforma Agraria en Magallanes y desde inicios de la década de los setenta estuvo acompañado por el equipo de pastoral rural del obispado. La gruta fue construida hace más de 45 años por los propios trabajadores y sus familias, sobre una colina que domina todo el lugar, e inaugurada con una solemne procesión nocturna el 1 de febrero de 1975 por el padre obispo Tomás González. La imagen de la Virgen, que aún se mantiene en perfecto estado, fue donada por el P. Enrique Tiraboschi sdb († 2006), antiguo párroco de Cristo Obrero, quien fuera, por varios años, asiduo visitante y misionero de la localidad.

Las antiguas crónicas de “El Amigo de la Familia” manifiestan el alegre testimonio del recordado P. Tiraboschi al inaugurarse la gruta: “Existe en ese alejado lugar, un grupo de hermanos cristianos con profunda fe. No obstante, todas sus dificultades climáticas tienen su mirada en el Señor y tratan de superarse constantemente (…) Bien por esos hermanos y que la Virgen los anime en su vida de cristianos”, me permito, pues, en estas líneas dar cuenta de que aquel noble anhelo se ha cumplido en varias familias cañadoninas que mantienen su mirada en el Señor, buscando ser testigos de Cristo y su Evangelio animados siempre por la Santísima Virgen María

 

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