La comunidad parroquial “Nuestra Señora de Fátima”, en la celebración eucarística del día 25 de mayo, dio gracias al Señor por el servicio pastoral de su hermano sacerdote Miguel Molina y que ha concluido su colaboración pastoral en nuestra diócesis después de 7 años. En la celebración eucarística, presidida por el Padre Óscar Blanco, también se presentó a quien será el nuevo párroco de esta comunidad, el sacerdote Bernardo Astudillo.

En un ambiente fraterno, de oración y agradecimiento, se despidió a nuestro hermano sacerdote que regresa a su tierra e Iglesia natal y que compartió con todos los presentes el siguiente mensaje:

 Queridos hermanos y amigos: “No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”… Así les compartía a inicios de este año, la decisión de volver a Osorno, para reincorporarme a las labores de esa querida Iglesia que me engendró en la fe y de la que brotó y se confirmó mi vocación y ministerio sacerdotal y en donde está gran parte de mi familia de carne y sangre.

Les recuerdo que vuelvo, después de esta potente y profunda experiencia compartida con ustedes, a ser sacerdote de Cristo para los hermanos y hermanas que el Señor, por la encomienda del Obispo Carlos, disponga pueda ser útil. Al Señor de la vida los invito a que demos gracias por la vida, amistad, fe y trabajo pastoral compartido durante estos casi ya 7 años.

Gracias a ustedes por la acogida, confianza, tanto cariño y amistad que me han brindado, compartiendo sus sueños y alegrías, penas y preocupaciones que por supuesto llevamos a la oración pero también a la mesa de sus casas o de nuestras comunidades, en cuanto almuerzo, once, cena o compartir que realizamos.

Gracias por el testimonio de su fe y amor a Jesucristo, Señor de señores, Maestro y amigo que ha hecho posible que nos hayamos encontrado, conocido y compartido camino de vida y servicio a los hermanos en esta querida tierra de Magallanes.

Gracias a nuestra Madre María, que nos mantiene cerca de su Hijo y nos ayuda a crecer en fraternidad y a mantenernos atentos y disponibles para amar y servir como ella y como Jesús lo hizo y nos pide que hagamos cada día.

Les pido perdón por las veces que mis palabras o gestos les hayan ofendido o decepcionado. Por las veces que no estuve a la altura de lo que ustedes necesitaban o la parroquia exigía para cumplir el encargo que el Señor nos ha dejado a todos.

Les pido que sigan adelante, que no dejen apagar la llama de su fe y amor al Señor y “se pongan más activamente al servicio suyo” en las distintas tareas e iniciativas que se sigan generando al interior de la vida de nuestras comunidades y sobre todo ante cualquier dolor, necesidad o requerimiento que puedan tener los hermanos, especialmente los más pobres.

Les pido que con todo el amor, que es lo más propio de ser cristiano, acojan a su nuevo hermano pastor y conociéndole, sigan siendo buenos hermanos ahora con él  y todos colaboradores de esta obra que no es nuestra si no del Señor, que nos llama y nos la confía.

Les pido que sigan orando por mí, este hermano, amigo y servidor suyo, para que con todo lo que he recibido y aprendido de ustedes y con ustedes, pueda seguir creciendo como persona y sacerdote, y así sea un compañero y buen pastor para los hermanos que el Señor me llamará a acompañar en alguna de las comunidades de la diócesis de Osorno.

Buen camino, hermanos y hermanas. Gracias por todo. Un abrazo en la paz, alegría y amor que cada día nos da el Señor Jesús”.

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